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5 dic 2010

Con el alma en los labios


Intérprete: Enrique Bumbury
Título: Con el alma en los labios
Autor: Rafael de Paz
Disco: Tatuaje
Año: 1999


"La copla ha sido un descubrimiento doloroso además, porque creo que existe en la memoria colectiva un..., por lo menos de determinada generación, quizá de la nuestra, sentimos que la copla es algo franquista, o es una música del régimen, que no nos representa. Yo creo que es nuestro tango. Ha habido una época, por los menos hasta finales de los años cuarenta o principios de los cincuenta, en los que los arreglos de la copla son fantásticos, y que los textos se pueden equiparar perfectamente al tango argentino."

Enrique Bunbury

Enrique Ortiz de Landázuri Izardui, nacido el 11 de agosto de 1967 en Zaragoza, es un cantante español que no pertenecería propiamente al género de la copla, más bien al ámbito de pop-rock nacional.

Conocido por su etapa como vocalista en el grupo Héroes del Silencio, Enrique Bunbury, tomó su apellido artístico de un personaje de Oscar Wilde en la obra literaria “La importancia de llamarse Ernesto”.

Su andadura musical comenzó a los 12 años, en los 80, etapa en la que ejerció como baterista, bajista o vocalista de diversos grupos emergentes. En 1984 alcanzó el triunfo junto a Juan Valdivia y Pedro Andreu, creando Héroes del Silencio, un grupo que marcaría la historia del pop-rock en España y que conseguiría incluir muchos de sus discos entre los 250 mejores álbumes del rock iberoamericano.

Con Héroes del Silencio estaría 12 años, desde 1984 hasta 1996, y por inquietudes musicales iniciaría su carrera en solitario editando su primer cedé en 1997, “Radical sonora”.

Por otro lado, la copla transcurría por su etapa más difícil. Corrían los años 90. Las primeras figuras hacía años que habían empezado retirarse y las que quedaban vigentes, habían tenido que evolucionar musicalmente hacia sonidos cercanos a la balada, el bolero o la canción melódica.

Carlos Cano y Martirio iniciaron en los 80 su particular cruzada a favor de una nueva copla, a veces, con escasa repercusión popular (lo que no quita calidad a su fortuita obra). Haciendo cosas muy puntuales, más cercanas al clasicismo, se encontraban Gracia Montes, Marifé de Triana o Macarena del Río. En la línea de las grandes sucesoras, Rocío Jurado o Isaben Pantoja, que por aquellos años grabaron varios álbumes de clásicos e incluso apostaron por coplas y autores nuevos: “Canciones de España. II” (1988), “La Lola se va a los puertos” (1992) o “Con mis cinco sentidos” (1998) en el caso de Rocío o “La canción española” (1990), “De nadie” (1993) o “A tu vera” (1999) en el de Isabel. A sus respectivas luchas discográficas hay que sumar el éxito de ambas en las películas que grabarían durante aquellos años, Rocío Jurado en “La Lola se va a los puertos” (1992) e Isabel Pantoja en “Yo soy esa” (1990) y “El día que nací yo” (1991). Por el panorama además deambularían otros artistas como Charo Reina, María Vidal, Patricia Vela o unos jovencísimos Carlos Vargas, Pasión Vega o Marta Quintero. También fallererían en esos años Juanita Reina, Lola Flores, Rafael Farina, Miguel de Molina, Bambino o Camarón de la Isla.

La compañía discográfica BMG decidía en 1999 apostar por una revisión original de la copla, ofreciéndola a través de artistas relevantes que ocupaban durante aquellos años el panorama musical español. Así quedaron registradas las particulares versiones de Antonio Carmona, Enrique Bunbury, Rosario, Luís Eduardo Aute, Antonio Vega, Joaquín Sabina, Marta Sánchez, Andrés Calamaro, Cristina del Valle, Victor Manuel, Malú, Javier Álvarez, Navajita Plateá o Ana Belén en coplas de la talla de “Ojos verdes”, “Con el alma en los labios”, “Te lo juro yo”, “Falsa monea”, “Ay pena, penita”, “La bien pagá”, “Y sin embargo te quiero”, “Rocío”, “María de la O”, “La Parrala”, “A tu vera”, “Ay Maricruz”, “Consolación la de Utrera” o “Tatuaje”. Cuatro años más tarde se volvería a repetir la experiencia, con nuevos artistas y nuevas coplas en “Tatuaje. II” (2003).

En el primer “Tatuaje” (1999), donde muchos de los clásicos tomaban un carácter sorprendentemente nuevo, Enrique Bunbury versionaba una hermosa y elegante obra de la triada de oro Quintero, León y Quiroga titulada “Con el alma en los labios”.

Esta copla fue estrenada por Concha Piquer, quien la grabó en 1947. Es un precioso vals-serenata, obra literaria de los poetas Rafael de León y Antonio Quintero, musicada por Manuel López-Quiroga. Estos tres autores formarían la triada áurea que compondrían la infinidad de clásicos con los que hoy cuenta este género y posiblemente, las canciones más importantes, hermosas y pasionales que se han hecho en la historia de España.

Esta bellísima pieza fue vestida para Concha Piquer con arreglos de marcha, casi procesional, ungida de sonidos sinfónicos y con tal gusto y delicadeza junto a la voz siempre precisa y afilada de la valenciana, que pronto pasaría a ser una de sus obras más reverenciadas.

Medio siglo más tarde no pudieron evitar versionarla artistas como Martirio en el disco “Coplas de madrugá” (1997), Pasión Vega en un trabajo al que además daba nombre: “Con el alma en los labios” (1997) o Enrique Bunbury en “Tatuaje” (1999).

Podemos considerarla una declaración de amor en toda regla. El poema trata la sinrazón de un/una protagonista que en primera persona se pregunta por el motivo de un amor tan apasionado. Declara con intensidad setimientos apasionantes en los que el/la protagonista no duda en retratarse como “El alero de un pájaro herido / que busca la sombra de tu corazón”. Su ansiedad llega hasta un punto en el que ese sentimiento le quema, necesitando encontrar una repuesta, un gesto curativo, en la otra persona: “Por eso a tus plantas / tu cariño imploro / igual que un milagro / se implora de Dios”. De nuevo León y Quintero (en este género al que le caben las pasiones más brutales), se superan poniendo el alma en los labios de el/la protagonista y haciéndole afirmar: “Si tú me quisieras / como yo te quiero / por toda vida / no habría de quedar amor / para nadie, / en el mundo entero, / ni sobre la tierra, / ni abajo del mar.

La hermosa versión que nos legó Enrique Bunbury, con tiempos suavizados y más cercana a compases de vals, cuenta con un traje de guitarras acústicas, mandolinas y un acordeón que le aporta un aire nostálgico y afrancesado. Popularizada por el cantante zaragozano a finales del siglo XX, esta versión contó con la máxima devoción de su público, convirtiéndose en uno de los más aclamados éxitos del cantante.

“Con el alma en los labios” es otra de esas obras que nos asombran por la capacidad de aquellos músicos, poetas e intérpretes, de transmitir las sensaciones más encendidas. A veces me gustaría haber estado cerca de Concha Piquer para entender cómo en un país que diez años antes había sido destrozado por la Guerra Civil y que transcurría por una situación social tan crítica, se podían poner en pié tales maravillas, esquivando la censura del Régimen y haciendo cultura, historia, arte... Supongo que lo que yo siento al respecto debe ser ese séptimo cielo del que habla esta copla.

Te quiero yo tanto,
que nunca he podido
llegar a explicarme
cual es la razón.

Parezco el alero
de un pájaro herido,
que busca la sombra
de tu corazón.

Si tú me quisieras
como yo te adoro,
el séptimo cielo
sería de los dos.

Por eso a tus plantas
tu cariño imploro,
igual que un milagro
se implora de Dios.

Y al sentir que me quema
esta ansiedad febril
con el alma en los labios
te vuelvo a decir:

Si tú me quisieras
como yo te quiero,
por toda la vida
no habría de quedar amor
para nadie,
en el mundo entero,
ni sobre la tierra,
ni abajo del mar.

Y al sentir que me quema
esta ansiedad febril
con el alma en los labios
te vuelvo a decir:

Si tú me quisieras
como yo te quiero,
por toda la vida
no habría de quedar amor
para nadie,
en el mundo entero,
ni sobre la tierra,
ni abajo del mar.

Web de Enrique Bunbury
Video de Enrique Bunbury cantando “Con el alma en los labios”

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